October 17, 2020
Ilya Casanova Romero
Hace unos años nos unimos un grupo de investigadores en torno a una intranquilidad, las buenas prácticas en investigación, en aquel momento nos llamaba muchísimo la atención como algunos investigadores elevaban la cantidad de artículos y el número de citas de una manera tan desproporcionada, que no podía ser adjudicado a ningún trabajo colaborativo y mucho menos, que sus resultados estuviesen asociados a proyectos de investigación. Esto nos llevó a preguntarnos, ¿Cuánto de esto estaba más allá de la ética de la ciencia? ¿Cuántas malas prácticas se estaban desarrollando en investigación? ¿Cuál es la motivación de algunos “investigadores”, que los lleva a darle la espalda a su ética?
Cuando empezamos a indagar, encontramos un submundo que hasta los momentos nos sigue asombrando, el tras bambalinas de la ciencia es complejo, pero, sobre todo, tiene un velo negro, pues muchos saben lo que pasa, pero pocos quieren hablar por las represalias que esto conllevaría para su carrera académica. De tal manera, que, en un inicio, la mayoría de lo que encontramos era más de tipo anecdótico, nos enteramos de algunas posturas donde investigadores veían con buenos ojos algunas malas prácticas y que las mismas, debían ser enseñadas, esto en particular nos preocupó, ya que una generación de investigadores noveles estaban siendo formados bajo estos principios poco éticos.
La Dra. Wileidys Artigas y mi persona, a través de la experiencia del Dr. José Padrón Guillén† vimos ciertas situaciones, que podían tener mayor o menor implicación con las malas prácticas, dentro de ellas encontramos: autores fantasmas (inaceptable en la ciencia), autoría regalada (cuya motivación inicial en algunos casos, fue estimular a un investigador novel), cambiar el orden de autoría o excluir algún compañero, sin embargo, el plagio, es el que ha afectado más a la ciencia, apropiarse de la idea de otro, tiene muchas aristas, que en algunos casos conlleva a la falsificación de cifras, claro, estas no son las únicas.
En la actualidad, la generación de nuevos medios de difusión sin control o con intencionalidades dudosas han sido aprovechado por personas quienes utilizan la ciencia para fines particulares, ideologías extremas, cambios de patrones culturales o hacer ver científico algo que puede estar en contra de la sociedad, porque la investigación tiene el fin de resolver problemas que son necesarios para esa sociedad, no de fabricar investigaciones para favorecer su apetencias personales, políticas o económicas, a esto lo pudiésemos ver como un penalti a la ciencia.
Adentrarnos a estas situaciones, nos llevó a otra pregunta, ¿Se ha perdido la brújula, en lo que significa generación de conocimiento y la responsabilidad de la ciencia para con la sociedad? Esto, sin lugar a duda ha influido en la formación de investigadores, donde algunos ya consolidados, en vez de enseñar el deber ser, o cuál es la finalidad de investigar, o hacia dónde debe estar encaminada la generación de conocimiento, se les está inculcando algunos vicios que responden más al aumento en sus indicadores globales o su visibilidad, sin importar los medios para conseguirlo. Entendimos que la motivación es diversa y, depende, del nivel en el cual se esté accionando: político, económico o personal, pero que, en definitiva, no podemos denominarlo académico… en este punto, suponíamos que se había perdido definitivamente el norte.
Lo cierto es, que no todo han sido malas noticias, la ciencia está respondiendo frente a esta escalada de conducta poco ética, recibimos un espaldarazo en un congreso de editores, al ser llamadas a escribir sobre este tema en una revista de Integridad Académica, fue una gran satisfacción, más allá de pensar en indexación o citas, nos reconforta saber que la ética sigue moviendo y que no estamos solas. Saber que existen varios movimientos que se están articulando en torno a donde debe estar girando la producción científica y exponer al escarnio académico a quienes traten de violentar sus fines.
Hemos visto como las revistas científicas adaptan sus políticas y como los índices/bases de datos donde aspiran ser incluidas ya exigen mostrar sus políticas de ética y anti-plagio. El movimiento de prácticas responsables sigue creciendo, investigadores y comités editoriales cuentan ya con recursos de autoevaluación y certificación de estas. Uno de los organismos que destaca es COPE (Committee on Publication Ethics) quienes están comprometidos con la educación, el apoyo a editores, editoriales y todos aquellos que están envueltos en la temática de la ética de las publicaciones.
En diferentes instancias tratamos de impulsar desde nuestros espacios la formación de investigadores a través de las buenasprácticas, al final, es la motivación principal, estamos tejiendo redes y este espacio es también una oportunidad de comunicar que hay esperanza.